De niña, Idelisa Bonelly de Calventi quedó prendida al océano por los cangrejos, caracoles y almejas que se apresaban de las rocas luego de que el mundo marino las depositara sobre las costas caribeñas de República Dominicana. Desde muy joven decidió sumergirse al lugar de sus deseos desde la ciencia: entender para vivir ese espacio, o dicho de otra forma, verle desde la biología marina y así pasar del asombro a tener herramienta para acercar a otros a conservar ese sitio donde las ideas sobre inmensidades son fáciles de invocar.
Ella es una de las mujeres más importantes de la ciencia latinoamericana y, vale la pena decirlo, la delimitación no se debe a que no pueda serlo a nivel mundial, sino porque destaca en su región, creó el primer santuario de ballena jorobada en el Atlántico Norte, el cual hoy es fundamental para el ecoturismo de República Dominicana y la protección de esta especie. Su incursión en la protección del mar se construyó en los tiempos en que el desarrollo sostenible comenzaba. De ahí que sus primeros trabajos la conviertan en la “madre de la conservación marina en el Caribe”.

Originaria de Santiago de los Caballeros, nació en 1931 en una ciudad incrustada en las cordilleras en el centro de la República Dominicana. Vivió su infancia en la ciudad de Santo Domingo, capital del país y primer primer asentamiento europeo permanente en las Américas, luego de que ahí desembarcó Cristóbal Colón en su primer viaje en la región. En una entrevista para “Oceánicas: la mujer y la oceanografía”, Idelisa contó que en los acantilados costeros en los que se crió “podía sentir la brisa marina y pasear por la avenida del mar en las tardes con mi madre”.
Su deseo de conocer lo marino fue evidente durante sus estudios en el Westchester Community College, donde obtuvo las mejores notas siendo la única latina del colegio; ahí se graduó como tecnóloga médica en 1959. Al terminar, sus profesores le sugirieron estudiar biología marina, lo que completó en la Universidad de Columbia y a lo que agregó una maestría durante 1961 en la Universidad de Nueva York. El camino que estaba tomando su vida profesional era, en aquel entonces, imposible de suceder en su país de origen, donde no existía un plan de estudios que tomase de frente los temas del mar.


En Nueva York trabajó en el acuario. En su entrevista con Oceánicas compartió que, mientras estudiaba, conoció a grandes científicos marinos como Ross Nigrelli y Sophie Jakowska, quienes dirigirían el laboratorio de investigación en la casa de los leones en el zoológico de la ciudad a la espera de que se terminara de construir el acuario en Coney Island, sus trabajos tenían el objetivo de mantener la salud de los animales y plantas del lugar.
Tras su estancia en el acuario, Bonelly de Calventi regresó a República Dominicana y se dedicó a la docencia. Ante la falta de una carrera de biología marina en su país, hizo frente a sus temas de investigación integrando a profesionales de diversas áreas; así su manera de ver la ecología tomó en cuenta aspectos que iban más allá de los procesos biológicos. En 1974 realizó uno de los primeros informes sobre la pesca en su país generando información base para el manejo de estos espacios, luego incluyó cuestiones de biología pesquera y sobre el mismo tema planteó proyecciones sobre las posibilidades de investigación.

En 1966, Bonnelly fundó el Instituto de Biología Marina, llamado luego Centro de Investigación de Biología Marina (CIBIMA). La primera institución universitaria para el estudio de dicha disciplina, además impulsó la creación de la Escuela de Biología de la UASD, donde ejerció como profesora de métodos de investigación y otras materias durante 25 años. En el CIBIMA fue coordinadora de estudios de posgrado y desarrolló una de sus obras más importantes, guía para muchas especialistas en el campo de la protección marina, titulada “Conservación y ecodesarrollo”.
En 1974 la bióloga fundó la Academia de las Ciencias de República Dominicana; también elaboró el estudio bibliográfico “Informe, aspectos químicos y usos nativos de plantas en la medicina folklórica dominicana”. Años después, en una entrevista para un artículo de ONU Mujeres, Bonelly invita a que su país no siga como “exportador de materias primas, es hora de que las jóvenes se apropien de las nuevas tecnologías y conozcan de las nuevas formas de desarrollo”.

La idea de santuario impulsada por la primera bióloga de República Dominicana derivó en la creación del primer espacio en su tipo que es la más importante zona de reproducción para las ballenas jorobadas del Atlántico Norte.
En Banco de la Plata afloran montículos de coral que son refugio de las ballenas madres y sus ballenatos por la riqueza de alimentos que estos lugares albergan, ahí se sitúa el santuario, en una zona antes conocida solo por funcionar para la pesca, por lo que fue necesario un proceso de concientización social con todos los recursos posibles, desde charlas hasta programas de televisión. El manejo de este espacio se realiza mediante una comisión rectora conocida como CoManejo e involucra a sectores privados y públicos,
Hoy, el santuario incluye importantes zonas de reproducción de la ballena jorobada como el Banco de la Navidad y la Bahía de Samaná, en el primero hay turismo ecológico, el Banco de Plata ha quedado como una zona para estudios que aportan a la recuperación en las poblaciones de jorobadas de la región. Además, este lugar se encuentra “hermanado” con el santuario de Stellwagen de Estados Unidos para contener lo que puede afectar a esta especie migratoria.

En el santuario, Idelisa Bonelly coordinó el Plan de Manejo del Santuario de Mamíferos Marinos, sitio que alberga la primera sala museo de dicha especie. En este espacio, la bióloga trabajó en la solución de problemas de contaminación costera en una sinergia entre la investigación y la educación.
Tiempo atrás, la ballena jorobada fue cazada de forma intensa, es desde 1986 que en todo el mundo la caza comercial está prohibida, esta acción permitió la recuperación del número de ballenas, en 1950 había 450 ballenas jorobadas en el Atlántico suroccidental, 20 años antes hubo 27 mil. Hoy, según informa la ONU, esos cetáceos se han recuperado hasta alcanzar el 93 por ciento de su población antes de la explotación de la especie.
En la República Dominica nunca se permitió la captura de la ballena, pero con los santuarios se cerró pasó a esa posibilidad y se implementaron otras tareas de protección y defensa contra la contaminación. El santuario es el área protegida marina más extensa e importante del país, con sus 25 mil kilómetros en la costa Atlántica.
Las investigaciones de Idelisa Bonelly son inspiración para quienes se dedican a la preservación del ecosistema marino en el mundo. Entre sus muchas creaciones destaca la Fundación Dominicana de Estudios Marinos (FUNDEMAR), organismo que cuida las áreas protegidas, conserva las especies en peligro de extinción y combate la contaminación costera.
Su trabajo derivó en importantes informes que llevaron a la creación de leyes medioambientales. En lo personal fue merecedora de la medalla Marie Curie en 2009, además, el gobierno dominicano la honró con la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella.

Ese lugar, que en realidad es una prueba de la bastedad no humana, se encuentra amenazado como nunca. Los océanos han resentido la falta de equilibrio de las temperaturas, siendo mayores las afectaciones de las tormentas, viéndose trastocadas las rutas migratorias y la disponibilidad de alimentos.
De ahí la importancia de trabajos entre distintas disciplinas de la ciencia e incluso de trabajos entre naciones; por ejemplo, República Dominicana y Colombia crearon un área de conservación marina binacional con el nombre de Orlando Jorge Mera, ministro de Medio Ambiente asesinado en República Dominicana, y que tenía el deseo de proteger, al menos el 30 por ciento de las aguas dominicanas.
Los océanos cubren tres cuartas partes de la superficie de la Tierra, contienen el 97 por ciento del agua del planeta y son el 99 por ciento de la superficie habitable del planeta en volumen. Esta masa de agua está muy implicada en la regulación del clima mundial, pero además es relevante por la cantidad de vida que alberga; también porque las plantas marinas liberan el 70 por ciento del suministro de oxígeno en la atmósfera durante el proceso de fotosíntesis. Otro de sus gestos extraordinarios y muy amenazados, es que los océanos absorben el 30 por ciento del dióxido de carbono producido por los humanos, amortiguando los impactos del calentamiento global.
Pero no son lo único que en el mar atrapa carbono, las ballenas lo almacenan; las azules, por ejemplo, capturan hasta 63 toneladas de CO2, y las ballenas rorcual aliblanco hacen lo propio con 2,2 toneladas de CO2 por animal (una tonelada de carbono equivale a 3,67 toneladas de CO2). Tras la muerte de los cetáceos, muchos se hunden en el fondo del océano, sacando el carbono de la atmósfera durante siglos, o incluso milenios

Durante su participación en la Asamblea General Mundial de la Organización para Mujeres en Ciencia del Tercer Mundo (TWOWS), Idelisa Bonelly señaló: “Es apasionante conocer el mar y poder utilizar sus recursos, sus bellezas, en beneficio de la sociedad dominicana. En algunos momentos ha sido difícil, pero como (mi carrera) ha estado unida a la educación y a la formación de nuevos científicos, biólogos marinos, ha sido extremamente gratificante. Es como sembrar, es como producir y multiplicar el deseo de servirle a la sociedad”.
Respecto a su visión de las científicas señaló que “ser mujer tiene sus ventajas porque somos muy disciplinadas, muy apasionadas, hacemos las cosas con mucho amor y dedicación. Eso nos permite aportarle a la sociedad, lo cual requiere de mucho esfuerzo”
La BBC se ha referido a Bonnelly como una de las científicas más importantes de América Latina. La “madre de la conservación marina en el Caribe” falleció el 3 de julio de 2022. En vida recibió la Medalla al Mérito de la Mujer Dominicana en la Ciencia del Gobierno de la República Dominicana (1986), el Premio Nacional de Ciencias de la Academia de Ciencias de la República Dominicana (1987), y fue incluido en el Cuadro de Honor Global 500 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en 1987.
Luego de su muerte, sus hijos Laura y Vinicio Calventi Bonnelly contaron que “Uno de los últimos regalos más lindos que tuvo mi mamá fue el programa de becas para jóvenes que querían estudiar Ciencias, iba a llevar su nombre”, programa que finalmente pudo navegar a buen puerto.