Ciencia

Tus ojos también generan desechos para mantenerse saludables

Hay un dicho muy popular que sugiere que la basura de un hombre puede ser el tesoro de otro; y, según una reciente investigación, esto también se puede aplicar a nivel celular; sí, en nuestro cuerpo y en específico en nuestros ojos.

En la actualidad se conocen que más de 140 genes pueden causar la degeneración de los fotorreceptores en invertebrados; gracias a esa información y al estudio de funciones específicas de esos genes, se han podido crear estrategias para tratar problemas de la vista. Sin embargo, debido a la biodiversidad de los genes, los científicos también sugieren que la pérdida de algunas funciones oculares está relacionada con los procesos metabólicos.

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Los ojos y la luz

La vista es uno de los sentidos a los que más le prestamos atención. Muchas veces no nos damos cuenta lo cuánto trabajo le damos a nuestros ojos y de toda la información que nos ayudan a almacenar. En muchos casos, nuestros ojos son los primeros en alertarnos de alguna situación; incluso determinan nuestras primeras reacciones antes decisiones cotidianas como probar una comida o tocar algo: si no nos gusta cómo se ve, probablemente dudemos en intentarlo.

Este órgano visual tiene células fotorreceptoras; es decir, asocia la luz al movimiento. Para hacerlo, se vale de un sistema en el que están involucrados el iris con el que regula la intensidad; y el cristalino, que ajusta la imagen y la convierte en una serie de señales eléctricas que llegarán al cerebro. Esas señales viajan a través de una carretera que conectan al ojo con la corteza visual y otras áreas cerebrales a través del nervio óptico.

Ahora bien, en todo ese sistema, existen las células fotosensibles llamadas conos, situadas justo en la retina. Estos conos se dividen en tres tipos y según la presencia de ciertas sustancias son más sensibles a longitudes de onda más largas y a cierto tipo de luz:

  • Sensibles a la luz roja —eritropsina—, captan longitudes de 650 nanómetros.
  • Sensibles a la luz azul —cianpsina—, son más sensible a las ondas pequeñas: longitudes de 430 nanómetros.
  • Sensibles a la luz verde —cloropsina—, sensibles a longitudes medianas, de 530 nanómetros.

Gracias a esos tres tipos de cono, el cerebro es capaz de interpretar los colores.

En todo este proceso, también están implicados los bastones, también ubicados en la retina, pero encargados de la visión en condiciones de poca luz. Son sensibles a la luz verde azulada. Y aunque no tienen la capacidad de separar pequeños detalles en la imagen, alcanzan un área más general.

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La glucosa también llega a los ojos

Debido a su función, los conos y bastones gastan mucha energía, pero hasta ahora no se había logrado entender cómo lo hacían. En estudios anteriores, se había descubierto que la capa de células debajo de la retina que funciona como una barrera para la sangre, el epitelio, llevaba la glucosa desde la sangre hasta la retina; mas no era claro por qué no procesaba la glucosa por él mismo.  

Ahora, tras diez años de investigación, James Hurley, de la Universidad de Washington, en Seattle, junto con su equipo de investigación, han mostrado que los bastones y los conos también son responsables de la quema de glucosa: la convierten en un combustible llamado lactato, se alimentan y devuelven los residuos al epitelio.

¿Cómo funciona ese proceso metabólico?

En los años 20, se descubrió que los tumores y las retina eran elementos que dependían en mayor parte de la glucosis aerobia. En ese entonces no se conocía dónde se daba este proceso, hasta que, en 2014, se descubrió que los fotorreceptores fuera de la retina eran los encargados de llevar a cabo la glucosis aerobia en la vista.

Para entender el camino de la glucosa y el lactato, colocaron el epitelio humano en retinas de ratones aisladas. Descubrieron que la glucosa procedente del coroideo es la que funciona como combustible para la retina. Para llegar a ella, tiene que atravesar el epitelio. Una vez que lo atraviesa, los fotorreceptores lo convierten en lactato. Una vez convertido en lactato, es enviado como combustible a las células del epitelio y a las células gliales.  Si esa glucosa no es procesada, se queda en los fotorreceptores, lo que provoca que se comience a deteriorar la vista. 

Para los científicos, estos resultados son un camino para crear algún medicamento o suplemento alimenticio para tratar los trastornos oculares ocasionados por enfermedades degenerativas y por la edad. 

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