Ciencia COVID-19

¿Qué sabemos sobre la permanencia del SARS-CoV-2 en objetos y superficies?

Limpiar y desinfectar son dos acciones que el mundo ha usado como escudo ante el SARS-CoV-2; por eso, alcohol, cloro y jabón se han vuelto elementales en esta defensa mundial de la salud, pero, ¿qué factores consideramos al ajustar nuestras rutinas de limpieza y protección?

Seis meses después de que la COVID-19 fue caracterizada como una pandemia, luego de registrarse 31 millones 600 mil casos y frente a la puerta de la llamada nueva normalidad en algunos países, pensemos en qué estamos haciendo o no para mantener la guardia en alto.

Cuando la OMS informó a inicios de 2020 sobre los alarmantes niveles de propagación del SARS-CoV-2, la presencia del virus en las cosas y los modos en que este podría llegar a nosotros se volvieron cuestiones importantes, con el tiempo la relación con las personas y los objetos cambió. 

Presentaciones: microgotas, aerosoles y fómites

Parte de lo que modificó nuestra vida fue la información sobre las vías de contagio. Las microgotas son las protagonistas entre todas las formas de infectarnos. Estas son partículas que expulsamos al hablar o toser y son resultado de nuestra respiración. Las personas positivas a SARS-CoV-2 tienen una amplia posibilidad de infectar a otras mediante microgotas.

Con el tiempo la evidencia científica nos ha demostrado la importancia de los lugares ventilados para ganar protección frente al virus, pues las microgotas pueden quedarse suspendidas en el aire durante horas: aerosoles. Esta modalidad también viene con la posibilidad de infección.

Otra vía, considerada secundaria por ser menos probable que el contacto directo con quien expele microgotas, involucra a los fómites, denominación que reciben objetos y superficies carentes de vida en donde pueden reposar durante un tiempo los virus, bacterias u hongos, hasta encontrar un nuevo huésped que infectar.

En el caso del nuevo coronavirus el contagio a través de un fómite se completa si luego de tener contacto con estos objetos tocamos nuestros ojos, boca o nariz.

Aunque la existencia del virus en superficies, microgotas y aerosoles es un hecho, a estos fenómenos no les podemos considerar tiempo de vida, pero podemos hablar de la permanencia del virus que sería el lapso en el que es capaz de infectar.

Además, en temas de permanencia no todo se trata de la superficie, la temperatura, la humedad o la cantidad de virus son factores a tomar en cuenta cuando tratamos de precisar a cuánto riesgo estamos expuestos.

Permanencias

De acuerdo con un estudio publicado en The New England Journal of Medicine (1) en abril, se difundió la permanencia del virus en superficies como polipropileno, el segundo plástico sintético más usado en el mundo, durante 72 horas; en acero inoxidable de 48 horas, en cartón de 24 horas, y en cobre de cuatro horas. 

Para que la historia de este estudio sea completa debemos saber en qué condiciones se efectuó la investigación, pues factores como la humedad, la cantidad de virus y la temperatura nos permiten diferenciar entre el panorama del laboratorio y nuestra vida diaria.

De hecho, los investigadores refieren que sus datos son válidos “bajo las circunstancias experimentales probadas”, que son gotas de .05 mililitros expuestas a 21 y 23º C (grados centígrados) y 40 por ciento de humedad relativa. En su estudio realizaron 10 experimentos para comparar la permanencia de SARS-CoV-2 con la de SARS-Cov 1.

Es evidente que fuera del laboratorio la cantidad de gotas de SARS-CoV-2 expulsadas por una o varias personas, así como condiciones ambientales no pueden ser controladas; además, aún no se conoce la “dosis” de virus que una persona puede expulsar o la cantidad mínima necesaria para infectarse. 

Crédito: Laboratorio de Cultivos, departamento de Bioingeniería e Ingeniería Aeroespacial del Servicio.

Otro estudio publicado en The Lancet (2) midió la permanencia del SARS-CoV-2 a diferentes temperaturas, en sus experimentos no tomaron en cuenta las superficies. Pero encontraron que el virus es muy estable durante 14 días a 4º C, pero sensible al calor pues a 70º C solo dura cinco minutos. 

En un estudio más reciente, realizado en el Instituto de Investigación Médica del Ejército de los Estados Unidos de Enfermedades Infecciosas (3), que no ha sido revisado por expertos diferentes a los involucrados en la investigación, se modeló la estabilidad del virus en piel de cerdo, monedas y ropa.

Expusieron los tres objetos al SARS-CoV-2 y los incubaron a tres temperaturas diferentes: 4º C, 22º C y 37º C. La estabilidad se evaluó en diferentes horarios. 

Identificaron que el SARS-CoV-2 fue estable en la piel durante 14 días a 4° C y solo por cuatro días a 22° C; se usó piel de cerdo por las similitudes con la piel humana, de hecho por su amplio parentesco se ha usado en otras ocasiones como injerto para pacientes con quemaduras.

También refieren que el virus permaneció estable durante cuatro días en un billete de dólar americano a 4 º C y durante 8 horas a 22º C; mientras que en la ropa compuesta por algodón y poliéster se detectó durante cuatro días a 4º C y durante cuatro horas a 22º C.

Estos resultados son consistentes con la relación entre la estabilidad del virus y la temperatura vista en otros estudios, aunado a ello, los datos encontrados para la permanencia en piel refuerzan la importancia de la higiene de manos.

La desinfección como herramienta

En la investigación publicada en The Lancet, efectuada en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong, también probaron la capacidad de algunos desinfectantes para inactivar al virus. 

Encontraron que el SARS-CoV es susceptible a una solución de etanol, al 100 por ciento durante cinco minutos, lo mismo que con el cloro, y que una menor concentración de estas substancias requiere mayor tiempo de exposición.

En este texto reportan que, luego de cinco minutos en jabón diluido, el virus no había muerto, dato que otros investigadores pusieron sobre la mesa para cuestionarlo ante el posible riesgo de que la población no siguiera el lavado de manos adecuado. 

Este detalle abrió un debate entre investigadores, pues otros expertos consideraron que dicho estudio sólo consideró la efectividad de un jabón diluido bajo el supuesto de que las personas sumergieron sus manos en jabón y no con un correcto lavado de manos. 

El apunte a dicha investigación fue en defensa a la capacidad del jabón (sin diluir) para disolver la membrana de grasa que recubre al virus y el pegamento que lo mantiene unido, fenómenos ampliamente investigados. 

Por su parte, los investigadores de la Universidad de Hong Kong replicaron que las recomendaciones provisionales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son un mejor punto de partida en cuestiones de limpieza que sus experimentos. 

En lugares que no son hospitales la OMS (4) recomienda frotar superficies con agua y jabón para eliminar la materia orgánica, y luego desinfectar con hipoclorito de sodio (lejía) a una concentración de 0,1% o alcohol a una concentración de 70-90%. 

Compensación del riesgo

En repetidas ocasiones el subsecretario de prevención y Promoción de la Salud en México, Hugo López Gatell, se ha referido a la falsa seguridad que generan algunos comportamientos como el uso de guantes para manipular objetos o cubrebocas, y aunque la efectividad de estos últimos ha sido ampliamente probada, un mal uso de los mismos puede resultar contraproducente, eso puede ocurrir también con la información referente a la permanencia del virus en los objetos. 

Este fenómeno señalado por el subsecretario se inscribe en la teoría de “la compensación del riesgo” que fue observada por primera vez en automovilistas, la teoría postula que una persona adapta su comportamiento a los niveles de riesgo que percibe, de modo que si detecta un riesgo será cautelosa (lluvia en la carretera, por ejemplo), pero si la sensación es de riesgo decreciente (camino libre) se comportará de forma más despreocupada.

De modo que si creemos tener bajo control nuestro riesgo con el uso de guantes o preponderando que algunas superficies mantienen menos tiempo el virus, probablemente olvidemos las medidas iniciales de limpieza de manos, no contacto con la cara y desinfección de superficies al suponer que tenemos barreras infranqueables. 

En el caso de los cubrebocas, la evidencia científica se ha inclinado por la importancia de estos para prevenir contagios, pero solo son efectivos si existe un buen uso de los mismos, es decir, con lavado de manos antes y después de usarlos, de no tocar nuestro rostro y en el caso de cubrebocas de tela, una limpieza adecuada de los mismos.

Frente a los datos que van generando las investigaciones científicas, la consigna en nuestro día a día debe ser la protección, aunque falten piezas para entender la relación permanencia del virus-contagio.

Ante esto la viróloga e inmunóloga Thalía García Téllez refirió en mayo que “siempre hay que pensar en el mayor de los riesgos y tomar medidas al respecto, y las medidas al respecto más simples es tomar los objetos, lavarme las manos y pasar un paño con algún desinfectante, porque ante la duda es mejor siempre tomar las previsiones necesarias”. 

Fuentes:

(1) https://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMc2004973?articleTools=true

(2)https://www.thelancet.com/journals/lanmic/article/PIIS2666-5247(20)30003-3/fulltext 

(3) https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2020.07.01.20144253v1.full.pdf 

 (4) https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/332168/WHO-2019-nCoV-Disinfection-2020.1-spa.pdf 

Imagen de portada: Matilda Wormwood/Pexels

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