Geología, paleontología, física y un poco de biología confluyen en este libro, pero hay un poco más: notas musicales, el cine de baja resolución en los ojos de diferentes cámaras de vigilancia y una narrativa que toma los eventos violentos que unen al Universo y a nuestra Tierra para contarnos cómo se hace la ciencia.
Mucho leemos con Sergio de Régules sobre meteoritos, cómo se pueden estudiar estos eventos y el avance en la materia, pero también nos enteramos por rebote de cómo otras ciencias se mezclan para revelar otras situaciones que hasta hace unos años eran misteriosas.
Por ejemplo, nos cuenta qué causó la extinción de los dinosaurios y cómo fue posible ir formulando hipótesis, observaciones y experimentos para encontrar evidencias; también tendremos información sobre cómo se encontró la edad de la Tierra; y como bonus conoceremos el rompecabezas de las ideas que colaboraron para establecer la teoría la tectónica de placas.
Al explicarnos ciertos eventos el autor da continuidad a la historia principal del libro, los meteoritos, pero también visitamos otros hechos ingeniosos, de modo que el vínculo con la belleza es inmediato.
Un ejemplo: a partir de que los investigadores Álvarez (padre e hijo) sabían que la Tierra recibe un baño constante de material del espacio fue posible medir indirectamente el tiempo que tardó en formarse un sedimento en las capas terrestres.
No puedo evitar decir que los movimientos musicales de Sergio de Régules sirven como apuntes mentales para seguir el hilo a la lectura, para poner la imaginación a ordenar los escenarios presentados, para ver la caída de un bólido en un breve instante sonorizado entre ciencia y asombro.
Este libro como entrada a la divulgación de la ciencia es un acierto, por la pluralidad de conocimientos, por el lenguaje, porque una como lectora llega a él para buscar dinosaurios y sale conociendo a los foraminíferos (que mucho distan en tamaño, más no en asombro), porque llegamos a sus páginas para presenciar una extinción y salimos sintiendo que se nos renueva la relación con la vida y los cataclismos. Ningún capítulo tiene desperdicio y aunque el epílogo es un impacto directo a los egos humanos, vale la pena visitar ese cráter.