La luz activa el balanceo de la máquina, no hay rechinido en su movimiento, el crujir metálico esperado se reemplazó por el soplido de un cuenco, dentro de este hay agua, tras el inicio del balanceo el líquido se mueve y la presión del aire detona en sonido. Lo que escuchamos no es aleatorio, las vibraciones y el diseño zoomorfo del cuenco están inspirados en el canto de las aves.
Este es el resultado del proyecto interdisciplinario “Biomáquinas, animales del viento”, una instalación sonora interactiva que vincula sistemas acústicos precolombinos con nuevas tecnologías en ocho artefactos autómatas, mismos que fueron expuestos en Xochicalco antes de que la pandemia cesará la presentación de obras.

“Escuchar es una forma de tocar a la distancia”, esta idea del compositor canadiense de R. Murray Schafer es una forma de atender el sonido que se impregnó en las biomáquinas emergidas de la laguna de Coatetelco, con las que se pueden imaginar otros mundos donde seres biológicos, humanos y máquinas coexistan en mutualidad.
La construcción de los autómatas fue gracias a conocimientos interdisciplinarios del equipo ABirds (1), conformado por la artista Tania Rubio, el biólogo Fernando Urbina y el ingeniero en mecatrónica Pol Torres. Esta red de colaboración busca integrar proyectos con arte, ciencia y tecnología con miras en la educación socioambiental.

Paisajes sonoros de biodiversidad
Registrar a las aves permite conocer dónde están y en qué momento, dos datos que facilitan el diseño de acciones para conservación de fauna. De 10 mil especies de aves en el mundo, México registra más de mil, el estado de Morelos tiene más de 30 por ciento del total.
En la década de los treinta, se hizo el primer listado de especies de aves para este estado. En 2015, el biólogo Fernando Urbina agregó (2) 15 especies a la lista que tras años de observación y revisión de la literatura ha llegado a 412 especies aves nativas para Morelos y 12 no nativas.

Los registros se alimentaron de estudios de campo del Laboratorio de Ornitología del Centro de Investigaciones Biológicas de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
Desde 1998, en este laboratorio se hace un registro acústico y se tiene la Colección de Sonidos de aves (3), que está formada por mil 900 cortes de cantos de casi 200 especies de aves, además de grabaciones de insectos, anfibios y mamíferos.


Una forma de realizar registros de la fauna es la bioacústica, que es el estudio de señales acústicas producidas por seres vivos, esta rama de la biología permite un abordaje particular.
Las aves despiertan y cantan, este sonido es parte de su conducta, es indicador de sus hábitos y necesidades esenciales. Una de las estrategias para la evolución de las especies es el cambio de conducta, por ello algunos estudios han encontrado vinculaciones con el canto y la salud de las especies, otros se enfocan en entender su dinámica dentro de un territorio o el impacto del sonido humano en entornos naturales.

Fernando Urbina señaló que “la reproducción y la migración son unas de las inversiones de energía más fuertes que tienen las aves, en ese sentido está el canto porque es una parte de la reproducción”.
Ese elemental canto del amanecer se vuelve metáfora en la luz que los artefactos autómatas necesitan para silbar.
Coleccionar sonidos puede apoyar investigaciones científicas futuras, siendo un referente de estados pasados de las aves, sus comunicaciones o su ubicación geográfica, además los bancos de cantos son funcionales para entrenar a nuevas personas en el monitoreo acústico o compartir mediante el turismo de naturaleza.
Para “Biomáquinas, animales del viento” se aborda la bioacústica desde el punto de vista de divulgación, “estamos rescatando los repertorios sonoros de muchas especies que tal vez pronto no vamos a ver en conjunto como paisaje”, acotó Fernando Urbina.
Sinfonía desde la biología
Para el proyecto artístico dirigido por la compositora y artista transdisciplinar Tania Rubio documentaron ocho especies de aves acuáticas que viven en la Laguna de Coatetelco, algunos de sus sonidos se encuentran en la página oficial del equipo: 1. Aramus guarauna, http://a-birds.org/aramus-guarauna/; 2. Actitis macularius, http://a-birds.org/actitis-macularius/; 3. Jacana Spinosa, 4.Porzana Carolina, 5. Porphyrio Martinica, 6. Pandion haliaetus, 7. Galinula galeata, http://a-birds.org/gallinula-galeata/; 8. Fulica americana, http://a-birds.org/fulica-americana/.

Sus voces fueron grabadas durante épocas de migración, reproducción y anidación. Tania Rubio cuenta que fue un proceso de aprendizaje para todos con la particularidad de tener que grabar en movimiento sobre lanchas.

“El ave tiene sus hábitos y si te acercas demasiado se espantan, pero sino te acercas demasiado no obtienes el sonido que quieres, entonces eran muchas dinámicas que fuimos aprendiendo y que fue sumamente interesante y muy enriquecedor para todos.
Tenían la primera pieza: las voces originales. Luego se dio forma a la investigación multidisciplinaria, desde la que vino la intersección entre arte y ciencias biológicas.
Los artefactos tomaron rasgos de las aves y en el sonido se buscó una similitud con la frecuencia fundamental de las vocalizaciones de cada especie.

Acústica precolombina que rasga el tiempo
Tania Rubio lleva parte de su carrera (4) como compositora y artista trabajando con artefactos sonoros de arcilla cuyo origen se encuentra en las culturas precolombinas en Mesoamérica y en la Región Andina, y dado que estos se inspiran en la naturaleza de formas transparentes, el acercamiento al Laboratorio de Ornitología no fue azaroso, ella buscaba para su pieza con biomáquinas conjuntar el acercamiento científico desde el que se recolectan y almacenan cantos para vincularlos con las posibilidades tecnológicas prehispánicas.
Indicó que le interesa “a través del arte cuestionar acerca de la relación entre el humano, la tecnología y la naturaleza, que es una pregunta que me hago y que nos hacemos constantemente aún sin respuestas, pues vamos cambiando nuestra manera de relacionarnos socialmente y culturalmente todo el tiempo”.
Tania Rubio

En esta pieza se propone una escucha incluyente, donde tienen espacio los organismos vivos diferentes a nuestra especie y se rasga el tiempo volviendo a las vasijas precolombinas, aquellas que desde antes de la invasión de Colón a América proponen un encuentro con la naturaleza a través del silbido y la similitud con formas animales.
En su artículo “Biomúsica: estudio interdisciplinario del paisaje sonoro para la creación de música nueva”(5) , Tania Rubio apunta que “no es suficiente retomar los sonidos del ambiente para hacer música, o llevar la música humana a los entornos naturales para hacer biomúsica, sino reflexionar acerca de nuestro papel como individuos que integramos parte del paisaje sonoro y sobre las consecuencias que tienen nuestras acciones en él”.
Humedales y cuencos con agua
La artista cataloga este resultado colectivo como una pieza de arte sonoro ambiental, al ser una práctica donde los sonidos del ambiente son la materia de trabajo y la artista se compromete con el medio ambiente, por ello es que un último elemento a destacar en esta pieza es el agua, aquella que contenida en los cuencos nos permite escuchar, y así como su ausencia en el cuenco resultaría en la anulación del sonido, su falta en los humedales modelaría el silencio de la biodiversidad.
En Morelos hay 103 especies que dependen de los ambientes acuáticos, espacios como los humedales son claves para la conservación de la diversidad biológica; algunos beneficios de los humedales, según la Comisión Nacional de Áreas Nacionales Protegidas, son la recarga de mantos acuíferos, el mejoramiento de la calidad del agua, la estabilización de suelos, la regulación del clima y el almacenamiento de carbono.

El trabajo colaborativo de ABirds nos permite ver el paisaje sonoro como un espacio vital que cuidar, así como reparar en las voces vivas de la biología y en nuestra vinculación con el sonido, pues escuchar una laguna a varias voces nos cuestiona sobre el paisaje sonoro de nuestras ciudades.
Tania Rubio señala que gracias a los estudios del paisaje sonoro se han podido clasificar especies y comparar la salud de los ecosistemas: “Muchas veces es difícil ver lo que está pasando, pero el sonido a revelado afectaciones a los ecosistemas debido a la invasión tecnofónica de las grande máquinas”.

Agregó que si escuchamos los arrecifes cuando están llenos de vida «son impresionantes, pero escucha los arrecifes blanqueados y muertos, es desolador. Cuando abres tus oídos y entiendes lo que los humanos estamos haciendo a los ecosistemas es un problema».
Este proyecto, apoyado por el Programa de Arte, Ciencia y Tecnología de FONCA-UNAM, renueva nuestra posibilidad de vivir la naturaleza desde otro sentido y recuerda nuestros pendientes con la conservación de especies y recursos como el agua.
Tania Rubio señaló que “fue un trabajo bastante enriquecedor, que estamos muy satisfechos y justo por todas estas preguntas que quedaron abiertas sobre la documentación y el registro estamos muy agradecidos con el proyecto”.
El nuevo proyecto, me contaron ambos, será apoyado por Ibermemoria, en este digitalizaran archivos sonoros de 100 especies que ya formaban parte del archivo del CIB, toda la información estará abierta al público en la página A-bird.org.
Fuentes:
- ttp://a-birds.org
- https://www.researchgate.net/profile/Fernando_Urbina2
- https://mx.linkedin.com/in/fernando-urbina-87097637
- https://taniarubio.com/creacion/
- https://inmcv.cultura.gob.ar/media/uploads/site-32/multimedia/Cuadernos%20N%203%202020/5-_biomusica_estudio_interdisciplinario_del_paisaje_sonoro_para_la_creacion_de_musica_nueva.pdf
Foto de portada: Cortesía Tania Rubio