El matemático Fausto Ongay ordena este libro como un paisaje: nos narra elementos que componen esta ciencia y la forma en que se integran para que tengamos un espacio en el cual reposar la mente; desde su perspectiva de las matemáticas, los aportes científicos derivan en ciertos tipos de belleza ya sea por su nivel de abstracción, por su capacidad de agrupar o por sus variadas formas al describir el mundo.
Este texto inscrito en la colección de La Ciencia para Todos busca que el acercamiento a esta ciencia sea amplio; por ello nos presenta los objetivos de las matemáticas, la forma en que al abordarlas a lo largo del tiempo se fueron integrando intereses y conocimientos. Además, expone a detalle los tratamientos e ideales que han sido posibles afrontando limitantes de cada época y acopiando formas de entender en diferentes momentos de nuestra historia humana.
Con esta lectura encontramos cómo las matemáticas siendo técnica, forma y conocimiento se adecuan a una multiplicidad de usos, el escritor no duda al compartir que para tener comprensión de los temas de este campo necesitamos calma, compromiso y no tener miedo a aprender un nuevo lenguaje.
El autor mexicano enuncia a grandes matemáticos, pero más que reparar puntualmente en sus descubrimientos o en la «historia de los genios», pone atención a la dinámica que generaron sus estudios, a la inspiración que les guío por sus investigaciones, de modo que los ve y los vemos como parte de una historia integral, entran como personajes momentáneos, pero su conocimiento trasciende.

Mientras avanza el texto se va dejando constancia de cómo se gestaron algunos conceptos como la simetría, geometría, ecuaciones y equivalencias; mientras que tal como ocurre en el arte nos explica a qué se debe la generación y transformación de corrientes de pensamiento o ideas en torno a los números, su contemplación o agrupación, así como la incidencia de algunos puntos claves, sus particularidades e incluso las ideas que anteceden a las demostraciones matemáticas.
En este texto el matemático que divulga comparte porque buscan estética y sencillez en su campo, lo hace con calma y sin ahorrarnos el esfuerzo para comprender cosas que escapan a nuestros sentidos pero que emergen de la imaginación y el orden.
Hacemos matemáticas con Ongay, no evita que pasemos por ellas, es muy consciente cuando señala que no tiene sentido hacernos perder ese placer, lo comparte y al llegar de frente a la comprensión, le agradecemos encontrarla acompañados, pero con cabeza propia, así la sensación de haber tenido un encuentro con Máthema es más personal y las historias de quienes se dedican a ella se vuelven posibles en el sentido de la empatía, de entender un poco qué ven en este lenguaje único capaz de describir el mundo.
El autor no diluye la información, no convierte a las matemáticas en una sombra de las ideas originales, quizá en la dimensión de los expertos y las expertas esto sí parezca así, pero la experiencia de leer «Máthema: el arte del conocimiento» sin ser científica nos recuerda que para alcanzar la comprensión “con paciencia e ingenio basta”, como directamente se nos dice; porque aunque sea cierto que las matemáticas pueden llegar a ser complejas, hay espacios donde podemos ser partícipes del conocimiento, de esa posibilidad de trascender nuestros propios recursos y usar una extensión de la mente, conocer a la musa inspiradora, a Máthema.
En este libro las matemáticas cruzan la pintura, la arquitectura, la labor de detective, los juegos de azar, la topología, la física, las matemáticas, se cuenta en tres actos teatrales un descubrimiento, llegan los fractales, el cálculo, la perspectiva y la estadística, incluso explicaciones de ecuaciones memorables como la de Euler.
Al borde de este libro encontramos que las matemáticas se han encontrado tanto con otras ciencias porque nos han permitido “comprender mejor algunos aspectos del mundo, sobre todo a escalas donde nuestros sentidos pierden sus capacidades, y antes sólo la imaginación llegaba: los dominios de lo increíblemente pequeño y de lo inmensamente rápido”.