COVID-19

COVID-19, momento agridulce para el impacto ambiental

Los primeros reportes sobre el impacto ambiental de las restricciones de movilidad impuestas a raíz de la pandemia por COVID-19 se anunciaron positivos. En la Ciudad de México, por ejemplo, se reportaba(1) que la concentración de dióxido de azufre pasó de 84 puntos en marzo de 2019 a 39 en marzo de 2020. Este contaminante es emitido principalmente por la quema de combustibles fósiles, en particular en el transporte y la industria.

Además, la existencia de la pandemia abrió la puerta a discusiones en torno al valor de proteger la biodiversidad, tomar acciones para atenuar el calentamiento global y defender los ecosistemas para evitar la existencia de más enfermedades zoonóticas; una reflexión que puede llevar a acciones en benéfico del medio ambiente. 

En noviembre de 2020, un estudio publicado en la Revista Internacional de Ciencia y Tecnología Ambiental(2) aseguraba que “este bloqueo inducido por COVID-19 ha reducido drásticamente la contaminación ambiental en todo el mundo”. 

Dicho estudio empleó datos de la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio) y la ESA (Agencia Espacial Europea), para detectar impactos del coronavirus en la calidad ambiental, y apuntó que en países como China, con restricciones de movilidad severas, el aire mejoró en 377 ciudades hasta un 11.4 por ciento con respecto a principios del año pasado. 

“La OMS estimó que este cambio ha salvado 50 mil vidas en China”, mismas que se atribuyeron a la reducción de PM.25 —partículas que miden la trigésima parte de un cabello humano y a las cuales se relaciona con enfermedades cardíacas y respiratorias, por mencionar algunas—.

Altas y bajas

Otro factor celebrado por su impacto positivo en el medio ambiente fue que el tráfico aéreo mundial se redujo un 60 por ciento, lo que llevó a una caída temporal de las emisiones de CO2 causadas por este sector. Sin embargo, dentro de las cifras que ligan COVID-19 y el impacto ambiental, investigadores de la Universidad de Aveiro(3), estimaron al inicio de la pandemia que cada mes se usarían nivel mundial 129 mil millones de mascarillas y 65 mil millones de guantes. 

Beach cleanup volunteer picking up face mask for environment campaign

Sobre estos desechos, una de las mayores preocupaciones es que según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (4)los datos históricos nos dicen que alrededor del 75 por ciento del plástico del coronavirus probablemente se convertirá en desechos que obstruirán nuestros vertederos y flotarán en nuestros mares”.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS)(5) refirió que “La ralentización económica causada por la COVID-19 no tuvo ningún efecto evidente en los niveles atmosféricos de los gases de efecto invernadero ni en sus tasas de aumento, aunque sí se produjo un descenso transitorio de las nuevas emisiones”.

Incluso advierten que “la abundancia de gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera alcanzó una nueva cifra récord durante 2020 con una tasa de crecimiento anual por encima de la media que se promedió entre los años 2011 y 2020”.

En México el respiro fue breve y frágil

Informes(6) de marzo de 2021 para el caso del Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), refieren que durante los confinamientos parciales por COVID-19 (Fase 2) y los totales (Fase 3), solo el dióxido de nitrógeno mostró descensos significativos de entre el 10 y el 23 por ciento debido a reducciones en las emisiones de los vehículos de motor, ya que la combustión de carburantes es la principal fuente artificial de este; de hecho las mayores bajas del mismo se encontró en entornos cercanos a carreteras.

El Ozono, mientras tanto, aumentó entre un 16 y un 40 % en los mismos sitios donde disminuyó el dióxido de nitrógeno; así mismo, aunque el monóxido de carbono es fuertemente emitido por vehículos dentro de la ZMVM, no se observaron reducciones de este, una hipótesis es que estas cifras se deben a la quema de gas natural y petróleo líquido doméstico.

Por otra parte, reportan que en el confinamiento total se observaron disminuciones de dióxido de nitrógeno, de 43 por ciento, así como de partículas inhalables PM 10, con 20 por ciento, y PM 2.5, con 32 por ciento. Cifras que los investigadores mexicanos analizaron en términos de beneficios a la salud, encontrando que “ se evitaron alrededor de 588 muertes relacionadas con la exposición a la contaminación del aire durante el cierre”. 

Entre sus resultados detectaron que para reducir el Ozono dentro de la ZMCM, «las políticas deben centrarse en reducir las emisiones de Compuestos Orgánicos Volátiles (COV) de fuentes no móviles”, tales compuestos(7) pueden generar problemas respiratorios, irritación de ojos y mareos, también pueden causar irritabilidad y dificultad de concentración, así como daños al hígado o al sistema nervioso central.

Finalmente, la investigación apunta que esta situación, como como en otros países, puso en relevancia que unos días de confinamiento no serán suficientes para reparar el año ambiental que durante años nuestros modelo económico ha causado”.

Fuentes:

(1) https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45839/1/S2000476_es.pdf

(2) https://link.springer.com/article/10.1007/s13762-020-03021 utm_source=getftr&utm_medium=getftr&utm_campaign=getftr_pilot

(3) https://pubs.acs.org/doi/10.1021/acs.est.0c02178

(4) https://unctad.org/es/node/3082

(5) https://news.un.org/es/story/2021/10/1498792

(6) https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpubh.2021.642630/full

(7) https://www.miteco.gob.es/es/calidad-y-evaluacion-ambiental/temas/atmosfera-y-calidad-del-aire/emisiones/act-emis/compuestos_organicos_volatiles.aspx

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