El término microplásticos fue reportado por primera vez en el año 2004, este se refería a la presencia de fibras y fragmentos granulares de plástico de un tamaño cercano a 20 micras (μm) y se encontraron en una playa de Reino Unido. Desde ese entonces, esta palabra a tomado más importancia y ha generado preocupación entre la comunidad científica.
El océano ha sido el lugar que como humanidad determinamos que podíamos usar como basurero del plástico. Es bien sabido que ya contamos con 5 islas de plástico, una de ellas tan grande como si uniéramos a España, Francia y Alemania. Sin embargo, la preocupación no es solo que estén ahí, si no el efecto que provocan en el ecosistema que habita el océano: numerosas fotos de animales comiendo plástico, lastimados por este producto y provocando incluso su muerte.

El ver estás imágenes ayudó a que se prohibieran ciertos tipos de plásticos como los popotes que representaban un riesgo enorme para los animales marinos; pero este esfuerzo no es suficiente, ya que numerosos plásticos de un solo uso siguen desechándose en el mar y, además del riesgo de ingerirlos, también contienen numerosos aditivos que se usan en su producción y pueden adsorber varios contaminantes del ambiente y desorberlos posteriormente dentro del animal que lo haya ingerido.
Como humanos nos alimentamos de muchos animales marinos. Una de las más grandes preocupaciones de la actualidad es que, al prepararlos, se han encontrado pedazos grandes de plásticos; pero esta situación empeora todavía más cuando se trata de microplásticos.
La formación de estas pequeñísimas piezas se lleva a cabo cuando se provocan rompimientos en pedazos de plástico más grandes, esto puede suceder debido a la acción del movimiento de las olas, actividad microbiana, la abrasión del viento y sobre todo la exposición a la luz solar.
El rompimiento no sucede solo a gran escala, en la microescala se rompen en moléculas de varios tamaños y no necesariamente son menos dañinas: se ha demostrado que pueden realizar modificaciones en organismos vivos. Lo que sucede es que los animales marinos terminan comiendo los microplásticos, como ya se ha detectado en plancton, ballenas, mariscos de consumo humano y hasta en agua potable.
¿Microplásticos que solo pasan de peces a humanos?
La cadena del plástico que ha llevado a encontrar microplásticos en peces es muy clara. Cuando esto fue descubierto se incrementaron los estudios en esta área; lo cual llevo a pensar si era la única manera de contaminar los alimentos con estas micro piezas y, a su vez, puso en duda si podrían estar expuestos en los empaques donde se envasan.
Desde los años 1950, se hizo común el uso del plástico, en detergentes, píldoras y sobre todo en muchos alimentos para su fácil transporte, conservación y menor costo de empaque. Como sabemos, el plástico que empleamos proviene del petróleo y sus derivados, además de múltiples químicos para mejorar sus propiedades, como el caso del bisfenol A (BPA) que fue eliminado como aditivo al encontrar que se liberaba en el agua y alimentos, y aumentaba las probabilidades de tener cáncer. A pesar de ello, muchos aditivos se siguen usando y aún no sabemos las repercusiones que tienen sobre nuestros cuerpos al ingerirlos ni qué pasa después de tantos años de estar expuestos a ellos.
Después de tales descubrimiento, la preocupación se hizo más grande al conocer más sobre la presencia de los microplásticos y notar su presencia, a la par de la contaminación por aditivos, en alimentos almacenados en plástico. Con esto, podemos imaginar que al depositar la basura en tiraderos a cielo abierto también estamos contaminando la tierra con estos compuestos químicos que llegarán a nuestro alimentos; tanto así que se han encontrado microplásticos en la cerveza, la leche, la sal, el azúcar, la miel, frutas y vegetales.
¿Y qué pasa cuando ingerimos los alimentos? De acuerdo con el sitio The Guardian, se hicieron estudios de hígado, riñón, bazo y pulmón tomados de un banco de órganos y se encontraron microplásticos en todos ellos, lo que sugiere que este tipo de químicos se bioacumulan con el paso del tiempo. Por supuesto, aún se están desarrollando los métodos para saber qué producen los microplásticos en el cuerpo humano, pero investigaciones en animales han hallado que producen estrés oxidativo, citotoxicidad (daño celular), inflamación, reacciones inmunes, acarrean químicos dañinos, causan lesiones en el sistema respiratorio y perturban la barrera intestinal.
Aunque parezca que no se llega a una conclusión todavía, si sabemos que nuestros actos están dañando a otros seres vivos y posiblemente a nosotros mismos, y, por eso, deberíamos hacer un cambio. El plástico ha resultado un invento muy útil y hay cuestiones para las que no podemos optar por otra alternativa, pero en mucho de nuestro modo de consumo y en como desechamos nuestros residuos sí. Es por esto que se promueve evitar los plásticos de un solo uso; en el caso de México cada vez más estados buscan prohibir este tipo de productos. También podemos pedir a grandes compañías que eviten el empaquetamiento excesivo de plásticos, ¿quién no ha visto en el supermercado una manzana envuelta en plástico?, ¿es esto realmente necesario?

En el caso de nuestros residuos, debemos optar por plásticos que se puedan reciclar y promover esta cadena, buscando donde depositarlos para que no terminen siendo basura y contaminando más. ¡Podemos generar un cambio empezando por nosotros mismos!
Referencias
http://www.fao.org/in-action/globefish/fishery-information/resource-detail/en/c/1046435/
https://www.consumerreports.org/health-wellness/how-to-eat-less-plastic-microplastics-in-food-water/
https://www.nationalgeographic.org/encyclopedia/microplastics/
https://www.consumerreports.org/health-wellness/how-to-eat-less-plastic-microplastics-in-food-water/