Sociedad y ciencia

Lado B del lenguaje: extinción de lenguas maternas

Mis noches están llenas de Virgilio;
haber salido y haber olvidado el latín

es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria

(Elogio de la sombra, 1969) 

Para decir “expirar” en voz alta la palabra se suelta con la misma pretensión de término que enuncia, la palabra menciona de forma sutil la muerte y, en el caso de las lenguas maternas, marca lo que se apaga a la velocidad de una vela que se rinde al fuego. El ralámuli es una lengua indígena nacional hablada por 68 mil personas, tiene un grado de riesgo no inmediato de desaparición, una cualidad difícil de sostener pues “expirar”, en el terreno del lenguaje, se acelera por exclusión social, cambios territoriales o asimetrías en el uso de los idiomas.

Sea Morales leyendo en voz alta en ralámuri.
Festival Internacional de Chihuahua

¿Eres hablante nativa del ralámuli? pregunto a la lingüista Sewá Morales, en el acto intento corregir mi manera de decir rarámuri por ralámuli, pero fracaso, Sewá apunta que mi tropiezo es normal y que hablar de que hablan ralámuli fue una decisión en consenso, muy de ellas. Me cuenta que el ajuste fue propuesto en 2019, “uno de los últimos esfuerzos para unificar la parte escrita del idioma” y explica: “decidimos hacer algo desde dentro para nombrarnos a nosotros mismos, entonces dijimos vamos a poner nuestra ele porque la otra manera es como nos ha nombrado la gente mestiza, es el nombre de ellos hacia nosotros”. 

Y esa ele no solo está en la palabra ralámuli, hay muchas otras que la llevan y cuando habita entre dos vocales cambian su sonido, “lo afectan», me diría más tarde la también autora de “Sipúchaka. El vestido rarámuri”, un libro pensado y escrito en su lengua materna. La mayoría de las tarahumaras, de quienes es esa ele, viven en la Sierra Tarahumara, una porción de la Sierra Madre Occidental, lugar de clima extremoso, profundas barricadas, cumbres frías y sequías prolongadas; la tierra histórica de las personas indígenas de Chihuahua. 

También hay grupos en las urbes de Chihuahua y Ciudad Juárez, Baja California, Coahuila, Durango, Sinaloa, Sonora y Tamaulipas, la mayoría migrantes que buscan el sustento que no encuentran en su lugar de origen. Sewá me cuenta que muchas personas son jornaleros en esos otros lugares y que cuando “se mueve la gente y empiezan a tener hijos o hijas, generalmente estos se vuelven hablantes pasivos, es decir, pueden entender el idioma, todo lo que les digas, pero te van a responder en español, ya no lo practican, ya no dicen las palabras”.

Y esto sucede muy rápido, a velocidad Tarahumara. Una generación ya no enseña el idioma, la siguiente solo lo conoce de oído pero ya no lo practica y ahí se muere. Sewá me explica y su voz suena como una piedra cruzando un lago «una, dos… a la tercera generación se extinguió».  Es algo que ella vio en la feria de Santa Rita, ahí una niña ralámuri chiquita se dirigió a Sewá y le habló en español, Sewá le contestó en ralámuri y ella en español, “todo lo que le dije en ralámuri me entendió pero ella solo habló español, andaba con un hermanito chiquito y puro español, por ahí andaba la mamá que sí les hablaba en ralámuri pero entre ellos ya no se socializa el ralámuri. Cuando entre niños ya no se socializa un idioma es muy peligroso. Es un riesgo latente que ha tenido muchas motivaciones, principalmente el racismo”.

Esa causa se suma a otras más conflictivas que el hecho de no enseñar el idioma, por ejemplo, el no tener espacios públicos donde usarlo, es decir que en servicios de salud, trabajos o trámites gubernamentales sea obligatorio hablar en español para poder acceder a esos espacios y servicios. Esto se vuelve peor cuando, en el día a día, el uso es exclusivo de los ámbitos privados, la casa, o cuando para la defensa de sus derechos, las personas no pueden usar su idioma. Otro lugar sin presencia basta de la lengua son los medios de comunicación como la televisión o la radio, a todo esto se le conoce como paisaje lingüístico y, en el caso de las lenguas indígenas, su falta hace que la comunidad se mantenga invisible para el resto de la ciudadanía.

Niña Rarámuri leyendo cuentos. Wikipedia

Por las posibilidades de contener cultura y nombrar diferente al mundo, debemos decir que a las lenguas indígenas no les puede suceder lo que cuentan les pasa a las faldas trahumaras luego de tanto andar: el majaguá rayénari, es decir, que se asusten con el sol. Por la posibilidad de nombrar al mundo de formas renovadas, vale la pena pensar que expirar puede alertarse y detenerse cuando hablamos de cuidar la multiculturalidad.

Según el informe Latinoamérica Indígena del siglo XXI, uno de cada cinco poblaciones amerindias ha perdido su idioma nativo en las últimas décadas; de hecho, menos del 32 por ciento de los indígenas habla una lengua nativa al terminar la escuela, y menos del 5 por ciento hablara el idioma de su etnia al termina la secundaria. En el mundo, la proyección es que la mitad de los idiomas que hoy existen, se extingan durante este siglo.

La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas analizó 62 idiomas en México y concluyó que 22 estaban sujetos a un rápido proceso de reemplazo, entre ellos el otomí y el maya; mientras que otros 19 viven un proceso moderado de reemplazo, como el náhuatl y el zapoteca.

Sewá Morales lo tiene claro “el desconocimiento de la sociedad mestiza afecta a los hablantes de lenguas originarias porque obstaculiza su comunicación y perpetua situaciones de racismo”. Ella cuenta con pesar el escenario más triste y explica que hoy esto sucede muy rápido, “siempre hubo desplazamiento, pero no había sido tan acelerado como ahora, si seguimos ese ritmo y somos 86 mil hablantes, probablemente cada cinco años va a estar disminuyendo más y más. Puede quedar como un idioma en peligro de extinción o muerto como ha pasado con otros”. 

Ella ha leído en más de una ocasión noticias sobre la muerte de últimos hablantes de diversas lenguas, como pasó en el 2017 con el taushiro, idioma que perteneció a una tribu de la Amazonas en Perú y que se fue con la expiración de Juan. A Sewá le parece que hay mucha soledad en estas historias: “qué situación tan complicada para que tú, último hablante ya no puedas hablar con nadie más porque nadie te entiende”.

Cuando Sewá habla del mejor escenario para su idioma, veo que se enciende su voz esperando “que la gente ya no piense que por hablar ralámuri eres menos, porque ese es un pensamiento que está muy fuerte, empezó hace mucho, se ha mantenido y creo que a últimas fechas ha tomado más fuerza”. A su padre le marcó de niño cuando estaba en primaria en Norogachi, donde les agredían por ser indígenas, les aventaban piedras y les querían sacar de ese lugar, ahí, en el espacio de la niñez el racismo cruzaba, hoy cree que “a lo mejor ya no son problemas de cuerpo, de golpes directos, pero sí hay otras maneras de violencia sutiles como decisiones en ciertos espacios”.

Una de esas decisiones es que en la educación escolarizada “no hay docentes ni hubo quienes enseñen desde el ralámuri, hay hablantes que trabajan en la sierra los contenidos de aprendizaje que desarrolla la SEP, pero están pensados desde el español”. La UNESCO señala que “en la mayoría de los países, la mayor parte de los alumnos recibe una enseñanza en una lengua diferente a su lengua materna, algo que pone en riesgo la capacidad para un aprendizaje eficaz. Se calcula que el 40 por ciento de la población mundial no tiene acceso a una educación en la lengua que habla o comprende”.

La lingüista me cuenta que la cultura condiciona un poquito el lenguaje, “no sucede a la inversa, de alguna manera tienes una cultura que a final de cuentas la transmites a través de un idioma y el idioma a su vez se vuelve no un reflejo, pero sí una herramienta a través de la cuál puedes inmiscuirte en la cultura, a las partes más profundas”.

Por ello es que, cuando los conocimientos educativos o los libros no son desarrollados desde el pensamiento tarahumara, el desplazamiento lingüístico se impulsa, con ello se corre el riesgo de perder modos diferentes de expresar el mundo, de ponerlo en común. 

No solo en espacios escolares se debe incluir los idiomas indígenas, Sewá Morales me indica su importancia dentro de oficinas gubernamentales de todo tipo, pero en particular las dirigidas a pueblos indígenas que llegan a carecer de funcionarios que pueda hablar el idioma de la población originaria del norte de México, como ódamis, wuarijó, O’oba y ralámuli. También me cuenta peculiaridades del ralámuri, como que el orden de las oraciones es diferente al español, que es un idioma de verbo final; además, que como en otros idiomas de pueblos indígenas, no se hace la distinción de género con la o el. “No existe, simplemente está la palabra; por ejemplo no hay negra o negro solo una palabra para ese color, la falda tampoco tiene género, “digamos que somos incluyentes con algunas o con muchas de las expresiones que existen, esa es una belleza del idioma”, claro, me lo dice sonriendo.

Sierra Tarahumara. Wikipedia
Ubicación Geográfica Tarahumara

Viendo peculiaridades del lenguaje o parentescos se puede ir diciendo mucho de la humanidad, la etnolingüística adopta conceptos de la ecología tales como «ecosistema» para estudiar las relaciones entre una lengua y el contexto sociocultural en el cual se utiliza, en ciencias biológicas el término da cuenta de un espacio con seres vivos que interactúan, en la etnolingüística se trata del ecosistema fundamental de la lengua que se construye con pueblo, lengua y territorio.

Pregunto a Denisse Gómez Retana sobre cuándo se dice que una lengua está extinta y me responde que puede indicarse con la muerte del último hablante o cuando un grupo de personas conoce la lengua, pero no lo usa como medio de comunicación habitual; entonces yo pienso que es muy lógico que en el juego de diversidad que vive en los idiomas es natural que tengan distintas maneras de expirar. 

Denisse es maestra en lingüística e investigadora independiente,  forma parte del Grupo de acompañamiento de lenguas amenazadas (GALA) y ha colaborado con el grupo de ecologías de presiones. Puntualiza que “el desplazamiento y la pérdida de una lengua se miden principalmente por los ámbitos de uso de una lengua”. Me comparte que existen publicaciones como Ethnologue que registran datos sobre el uso del lenguaje bajo la rúbrica de desarrollo del lenguaje, este en particular es de una organización religiosa que estudia las lenguas menos conocidas para proveer de servicios misioneros a sus hablantes en los Estados Unidos. 

Mujer Tarahumara; Creel, Chihuahua, México. Crónica mexicana

Pero entender qué genera el desplazamiento particular de una lengua resulta más complejo y puede estudiarse desde lo local, Gómez Retana participó en la investigación “En busca de los factores particulares de desplazamiento de lenguas indígenas de México. Comparación de dos casos: la comunidad náhuatl Cuacuila y la comunidad mazahua San Miguel la Labor”.

Bajo la visión de ecología de presiones, una teoría desarrollada con éxito en los últimos 20 años, en este estudio confluyeron los datos de la investigadora y de su colega Samantha Estévez. El plan fue identificar aquello que compartieran los dos casos mexicanos en términos de pérdida de la lengua y aquellos que motivaran la resistencia. 

Se basaron en aquellas presiones externas, dentro de las que caben la discriminación, la escuela y usos públicos limitados de su lengua. No incluyeron las internas, pero Denisse me cuenta que estas se refieren a la forma en que «se valora una lengua como mejor que otra, como todo el trasfondo de prestigio que hay del español y considerar al español como una lengua que te va a llevar a un mejor trabajo, un mejor recurso económico, mejor posición social y, desde esa percepción interna, rechazar la lengua indígena, la primera lengua”. En estas entran las emociones e ideologías que se tienen sobre las lenguas.

Tras hacer cuestionarios a la población y observar la dinámica de las comunidades, encontraron que la cercanía de Cuacuila —donde se habla náhuatl— con Huauchinango —sitio que es Pueblo Mágico— generaba una resistencia al desplazamiento de la lengua porque “ahí se ve como exótica la cualidad indígena y en ese contexto viene a ser un recurso económico hablar la lengua indígena y mantener la apariencia indígena, en otros contextos no es así”. 

A eso se suma, comenta la lingüista, que el náhuatl es una lengua de prestigio desde hace muchos años, algo que, por ejemplo, “el mazahua no tiene”. En el caso de San Miguel La Labor observaron la situación contraria. Ahí se construyó una carretera que conectó a la comunidad con una ciudad cercana y a partir de ese momento hubo un desplazamiento grande de la lengua mazahua; es decir, el mismo factor de estar cercanos a una zona urbanizada puede impactar de formas distintas la permanencia de una lengua. 

Gómez Retana indica que la lengua es una herramienta, entre muchas otras, que forma nuestra identidad. “Entonces al perderse lenguas, extinguirse, desplazarse y estar amenazadas, se amenaza también la identidad de los pueblos indígenas, eso quiere decir que se amenaza la diversidad cultural”.

Existe un asunto en particular que está en riesgo ante la pérdida de lenguas indígenas: su comprensión del mundo natural. En el caso del ralámuri se pone en riesgo el conocimiento tarahumara de etnobotánica, algo que no es exclusivo de este idioma, ya que los conocimientos sobre ciclos de plantas y comportamientos de animales son particularmente nutridos entre los pueblos indígenas, en parte porque su sobrevivencia y continuidad histórica ha estado condicionada por el trato de la naturaleza, además, su asociación con lo divino o lo espiritual implica relaciones de protección muchas veces inspiradas en el respecto pero también en la observación y conocimientos del entorno natural.

Existe otro fenómeno, la diglosia, cuya denominación sugiere enfermedad, pero en realidad se refiere a la opresión de las lenguas minoritarias, por las leguas oficiales empoderadas. Así que sí, el juego de diversidad que suponen los idiomas hace natural que tengan distintas maneras de expirar. 

2014 – Copper Canyon – Batopilas – Tarahumara Trio- Ted Macgrath

Fuentes:

  1. Pueblos indígenas del México contemporáneo)
  2. El último hablante de una lengua ancestral de la Amazonía
  3. UNESCO
  4. Ethnologue
  5. En busca de los factores particulares de desplazamiento de lenguas indígenas de México. Comparación de dos casos
  6. Como nos afecta la perdida de las lenguas indígenas a la hora de entender el mudo natural”

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